El concepto que
tenemos del crédito cambia de persona a persona. Algunos le huyen a las deudas
a toda costa, mientras que otros piensan que endeudarse es un mal necesario en
el mundo. Hay quienes piensan que el uso inteligente
del crédito es fundamental para construir un patrimonio; otros estarían
totalmente en desacuerdo con tal afirmación. Todo depende del cristal con el
que se mire.
El hecho es que
el crédito existe y es una herramienta que puede ayudarnos o perjudicarnos,
dependiendo de cómo se utilice. Por ello, es importante hacer una diferencia
entre una deuda que nos ayuda a generar más y otra que nos hace restar (una deuda
buena y otra mala).
Deuda mala
Cuando hacemos uso del crédito para comprar algo que pierde valor
con el tiempo, como un automóvil, artículos electrodomésticos o ropa, a eso se
le llama deuda mala.
¿Por qué?
Simplemente porque el artículo adquirido pierde valor desde que lo compramos,
no así su precio: el monto que hemos pagado por él crece cada mes, producto de
los intereses que se generan, en tanto no paguemos ese crédito.
Por ejemplo:
cuando compramos un automóvil, al momento de sacarlo de la agencia pierde de
manera instantánea 25% de su valor. Sin embargo, como no lo hemos pagado aún,
el costo total del mismo se va incrementando cada mes. De esta forma, el bien
continúa depreciándose mientras que el monto que pagamos por él continúa
creciendo.
Deuda buena
El concepto de
deuda buena puede ser confuso. Debemos recordar que sigue siendo una deuda, un
pasivo en el balance personal y una obligación que debemos cumplir. Debería
llamarse quizá deuda no tan mala.
Se trata de
utilizar crédito para adquirir algo que añade valor a nuestra vida o cuyo valor
va aumentando con el tiempo, como puede ser para pagar una carrera
universitaria o un posgrado que de otra manera no podríamos obtener.
Al final, la
educación puede hacer una gran diferencia en la calidad de vida a la que
podemos aspirar (no sólo en el aspecto económico, también en el cultural).
Es una deuda no
tan buena porque empezaremos nuestra vida laboral no desde cero, sino con un
patrimonio negativo.
Otro ejemplo es
el crédito para capital de trabajo, por ejemplo, para expandir nuestro negocio
de forma significativa. Puede ser una deuda buena, siempre y cuando la decisión
de adquirirla sea hecha tras una adecuada planeación financiera. El flujo
adicional que genere el negocio resultado de tomar ese crédito debe ser
suficiente para poder pagarlo y además tener una rentabilidad interesante.
Desafortunadamente, mucha gente no separa el patrimonio del negocio del propio
y toma un crédito a título personal para invertir ese dinero en su negocio. Ese
suele ser un gran error.
Existen autores
que se refieren a los créditos hipotecarios como deuda buena, debido a que las
casas van aumentando de valor. Sin embargo, este concepto es debatible, porque
muchas veces no existe plusvalía (puede suceder lo contrario), y en otras
ocasiones esa plusvalía se genera a una tasa menor que la tasa de interés de la
hipoteca (sobre todo en economías emergentes, donde las tasas de interés siguen
siendo muy elevadas para este tipo de créditos).
Hay que tomar
este concepto con reservas, ya que un crédito hipotecario no necesariamente
crea valor.
Aun así, para
muchos es la única forma realista de adquirir una propiedad, ya que hacerlo de
contado requeriría muchos años de ahorro además de pagar renta. Sin embargo, es
el crédito más grande que la gente tiene en su vida, por lo cual si se toma
esta decisión se tiene que hacer con inteligencia. Además, no en todos los
casos comprar es la mejor alternativa.
Por ello
enfatizo, con el riesgo de parecer reiterativo, que debemos recordar que una
deuda ya sea buena o mala es eso: una deuda, es un pasivo en nuestro balance
personal y la decisión sobre adquirirla o no debe ser siempre el resultado de
una buena planeación financiera integral y de evaluar nuestras distintas
opciones, para asegurarnos de tomar la mejor. Eso podría hacer toda la
diferencia.
Recordemos
además que aunque huyamos de las deudas malas, uno también puede
sobreendeudarse con deuda buena e, igualmente, poner en serio riesgo el
patrimonio.
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